Enseñe a su hijo a comer bien
Las consecuencias de la mala alimentación en la infancia se arrastran durante toda la vida. La obesidad, por ejemplo, puede comenzar en los primeros años de la vida o durante la adolescencia debido, en la casi totalidad de los casos, a una alimentación inadecuada, consistente muchas veces en el consumo excesivo de chucherías saladas (patatas fritas, gusanitos de queso y cereales, palomitas de maíz, barritas hipercalóricas, etc.) o chucherías dulces de las que en el mercado existe todo tipo de formas, colores y sabores que hacen que los niños se hagan dependientes de ellas.
Recipientes con gominolas y caramelos. (Foto: Bernabé Cordón)
El consumo de chucherías casi nunca es aislado, suele seguirse de refrescos o colas con alto contenido de azúcares, también de sal, aunque predomine el sabor dulce. Muchos padres premian a sus hijos con estos aperitivos y bebidas o con comida basura con alto contenido en grasas, colorantes y sal. Otros padres regalan al salir del colegio alguna chuchería o refresco de manera casi diaria, como un premio rutinario que retiran o amenazan retirar ante cualquier desobediencia. A corto o largo plazo esta rutina, tan inadecuada como innecesaria, puede tener consecuencias negativas sobre la salud.
Una de las consecuencias del consumo excesivo de refrescos y colas es el sobrepeso y la obesidad. Se conoce desde hace años que la epidemia de obesidad de los niños norteamericanos y de otros niños del mundo rico, también del pobre que imitan el modelo de vida americano, se debe al tipo de comida y bebida, contribuyendo de esta manera tan poderosa a padecer obesidad.
Los niños deben beber agua, no batidos ni refrescos que deben reservarse para situaciones excepcionales, muy esporádicas, muy infrecuentes. Los refrescos, los batidos y las colas contienen muchas calorías vacías, inútiles, también sal, por ello no quitan la sed, muchas veces la aumentan, estimulándose así el consumo de nuevas bebidas.
Las chucherías además de ser hipercalóricas, contienen sal, incluso las dulces, lo que incita a consumir líquidos, frecuentemente refrescos, porque el agua sigue a la sal como la sombra al cuerpo, cuando se toma un exceso de sal se estimula la sed que solo puede saciarse consumiendo agua.
Los alimentos sabrosos, salados, son apetitosos pero nocivos porque obligan al organismo a un consumo excesivo de líquidos para evitar que la sangre y los tejidos del cuerpo contengan excesiva sal. Los alimentos normales, como la leche, el pan, las verduras, las pastas, las legumbres e incluso el agua contienen sal, aproximadamente el 80% de la sal que tomamos se ingiere a través de la alimentación normal. Un exceso de sal mediante la ingesta de comidas o bebidas saladas es muy perjudicial para la salud. Un estudio publicado recientemente en la edición electrónica de la revista 'Hipertensión', realizado por investigadores de la Universidad Saint George de Londres, ha evidenciado que los niños de cuatro a ocho años que comen con menos sal beben menos líquido. Por cada reducción de un gramo de sal se restringe la ingesta de refresco 27 gramos al día, reduciendo el consumo de sal a la mitad podrían tomar dos refrescos menos al día, lo que supone 250 kilocalorías menos a la semana, esto reduce sin duda el riesgo, no sólo de obesidad sino también de hipertensión arterial y de infarto agudo de miocardio en la edad adulta.
El consumo de chucherías, colas, refrescos y batidos no sólo es innecesario, es contraproducente porque facilita la aparición de enfermedades, por ello los padres deben enseñar a sus hijos a tomar frutas y agua, en vez de chucherías y refrescos. Por favor no premie a sus hijos con esos productos, tampoco con comer o merendar comida basura. Es obvio que los adultos tampoco deben hacerlo porque los niños aprenden imitando.
Fuente: https://www.elmundo.es/elmundosalud/2008/09/01/saluddelnino/1220280966.html
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